La ira es el rostro desnudo de los monstruos más aterradores y espeluznantes de la humanidad. Todos y cada uno de los elementos del miedo están inspirados por esta brutal emoción. No existe pasión tan propia y reconocible en una persona que sea capaz de enajenarle hasta los extremos más insospechados.
Salvo quizás el amor, la otra cara de la moneda. El resto de emociones humanas quedan supeditadas a estas dos grandes pasiones que son capaces de hacernos cometer los mejores y los peores actos posibles. Es curioso cómo dos emociones diametralmente opuestas no son necesariamente dicotómicas, ya que en multitud de ocasiones van de la mano.